La rígida etiqueta decimonónica dictaba el tipo de atuendo para cada momento del día, como hemos visto, de mañana, noche, paseo, baile, opera, visitas, pero también tanto la edad como el estado civil de la dama establecían los modelos de indumentaria y adornos que debía llevar.
Según este protocolo, las mujeres solteras habían de presentarse con un atuendo y unas joyas sencillas y discretas. Las casadas, por el contrario, podían llevar alhajas más lujosas, realizadas en oro y adornadas con brillantes o diamantes, que solían ser un regalo del marido. Por tanto, las lucían cuando aparecían con él, es decir, en cenas, fiestas, bailes salidas al teatro o a la ópera. Estos constantes cambios hace que los orfebres diseñen joyas que puedan desmontar y cambiar dependiendo de la ocasión, creando joyas muy versátiles y originales: diademas que se convierten en pulseras o brazaletes, y que juntándolas, se convierten en collares, por ejemplo.
Así aparece la ebonita (uno de los primeros polímeros en descubrirse,
que aparece al vulcanizar caucho y azufre ), que sustituyó al azabache, el
celuloide (Nitrato de Celulosa, y es considerado uno de los primeros termoplásticos ), para imitar el marfil, los cristales coloreados o el strass (realizada en vidrio o gema de cuarzo) en vez de las piedras preciosas. También aparecen las prensas manuales que troquelan el diseño de la joya en lámina de oro, o la técnica de cannetille, que hace una fina malla en la que se insertan pequeñas esferillas formando una filigrana fina, lo que consigue que se cree mayor volumen de joya con menor cantidad de oro.
Los vestidos de gala, pesados y cargados de la primera mitad del XIX, hacen que se utilicen joyas igualmente recargadas, y la utilización de vestidos de noche sin mangas y muy escotados, permite llevar joyas que vistan estas zonas más desnudas, usando piedras que capten la luz oscilante de las lámparas de gas y hagan destellos que hagan brillar a las damas en un baile, teatro u ópera.
La segunda mitad del XIX, con el desarrollo de nuevas
técnicas, se pone muy de moda la temática floral, puesto que los nuevos
inventos permiten imitar infinidad de flores con detalles muy marcados. También
influye en esta corriente, el goticismo y el orientalismo, muy orientados a
motivos naturales y observación de la botánica y la Naturaleza, lo que hace que
se creen joyas inspiradas en ella.
Como hemos hablado antes, la aparición de la dama elegante en un baile, iluminado por candilejas o luces de gas, hace que quiera acaparar la atención, dotando a las joyas de infinidad de reflejos y destellos, y un gran avance en ésta época fue la “montura en tembladera”: se montaba la piedra preciosa en una montura que se movía con el movimiento de la dama al andar o mover el cuerpo creando un grácil efecto natural y destelleante.
La joyería de uso cotidiano se caracteriza por ser más sencilla y recatada: al vestir con vestidos de manga larga y escote cerrado, y la cabeza cubierta por capota, hace que las joyas sean más discretas y de materiales de menor coste: oro bajo o plata, adornado con esmaltes o piedras semipreciosas como el ámbar, las perlas o el cristal de roca.
Y por último, tendríamos la joyería de luto... pero ésta da para un post aparte, a si que.... ¡¡nos vemos en el siguiente post!!
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